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En la calle Còrsega, en el Eixample barcelonés, Fukamura se transforma y renace como restaurante Omakase, una barra de cocina japonesa para siete comensales. “Siento que ha llegado el momento de cocinar como realmente quiero. Sin carta, sin prisas, con total libertad y con el mejor producto posible”, explica Daisuke Fukamura, chef del proyecto.
Fukamura se formó como chef en el barrio de Asakusa de Tokyo, cuna del Japón tradicional. Se especializó en sushi clásico en Asakusa Sushi Sei, con más de 140 años de tradición, donde desarrolló su enfoque del Omakase. En 2007 llegó a Barcelona. Antes de abrir su propio local, depuró su técnica como sushi man en Koy Shunka (japonés con estrella Michelin) y trabajó en otros lugares como Espai Kru (con los hermanos Iglesias) o en Shibui.
Daisuke Fukamura: “Siento que ha llegado el momento de cocinar como realmente quiero. Sin carta, sin prisas, con total libertad y con el mejor producto posible”
En su nueva etapa, Fukamura abandona el formato de taberna y apuesta por un menú Omakase, expresión que en japonés significa “confiar en el chef”. En el centro de la propuesta está la técnica milenaria del niguiri edomae, elaborado al instante, con el pescado tratado y el arroz tibio, que respeta tiempos y temperaturas.
Destacan también los maridajes con sake, creados de la mano del kikisakeshi (sommelier de sake) y experto en gastronomía japonesa, Roger Ortuño. También sus elaboraciones con el tradicional ichiban dashi, primer caldo japonés extraído de kombu y katsuobushi, que resalta los sabores naturales de ingredientes locales como verduras de proximidad o pescados del Mediterráneo.
El nuevo Fukamura propone piezas de sushi elaboradas al momento, caldos puros, texturas delicadas y el producto de temporada marcan el ritmo de un menú que varía cada día. “No busco sorprender, busco emocionar desde la sencillez. Cada plato debe tener sentido. Cada ingrediente, su lugar”, afirma Fukamura.
La reforma del local ha sido liderada por el estudio Salvà Ortín Arquitectes (Catalina Salvà y Héctor Ortín). La intervención ha buscado transformar el espacio en un escenario sobrio, íntimo y profundamente japonés
El espacio se ha adaptado a la nueva propuesta: atmósfera minimalista, iluminación cuidada y solo siete plazas en barra, para preservar la intimidad y el ritmo pausado del servicio. La reforma del local ha sido liderada por el estudio Salvà Ortín Arquitectes (Catalina Salvà y Héctor Ortín).
La intervención ha buscado transformar el espacio en un escenario sobrio, íntimo y profundamente japonés. Tres materiales naturales—madera, acero y cemento—dominan el ambiente, junto a una iluminación tenue y precisa que pone el foco en la barra como centro de la experiencia.